viernes, 6 de noviembre de 2015

Asiento 19A. Vuelo Barcelona - Túnez 28 octubre de 2015.

Vuelvo a Túnez. No me canso de visitar este país que  me hechizó hace más de un año y medio. Viajé por primera vez allí en marzo de 2014. Aquel viaje fue casual, ya que pensaba ir a estudiar árabe a Egipto con una compañera de clase pero un amigo periodista nos recomendó no viajar al Cairo por seguridad y de esta forma el destino nos llevó a Túnez.

Nuestro objetivo era un curso intensivo de árabe en el famoso instituto Bourguiba. El nombre viene del presidente que dirigió el país después de conseguir la independencia de Francia y que trabajó mucho por la alfabetización de las y los tunecinos. Por eso, casi todos ellos hablan bien de él y por eso casi todos son personas con estudios, aunque debido a la crisis no pueden ejercer aquella profesión que estudiaron.

En 2011, durante la llamada "revolución árabe", Túnez fue el primero en levantarse, sus ciudadanos fueron los primeros en salir a la calle para exigir una vida mejor. Hubo  manifestaciones y algunos disturbios, pero afortunadamente el ejército se posicionó junto al pueblo. Por eso, muchos defienden al ejército y critican a la policía. En pocos días, consiguieron derrocar al gobierno corrupto. Lástima, que lo que han conseguido después no sea mucho mejor, según algunos amigos con los que he hablado.

Aquel primer viaje fue para mi un gran descubrimiento, porque no sabía mucho sobre este país y sus gentes. Casi todas las personas que estuvieron aquí hablaban bien de él. Decían que era un país árabe muy occidental. Este es un concepto con el que no estoy de acuerdo por varios motivos. El primero es que parece que ser occidental sea mejor que ser oriental. El otro y más importante es que creo que los "occidentales" no tenemos la verdad absoluta ni mucho menos, y no tenemos derecho a querer "occidentalizar" a otros pueblos que tienen su cultura y sus peculiaridades. Ahí está la gracia de este mundo, en la pluralidad, en las diferencias, en la riqueza de aprender del otro y compartir lo de uno.

Vuelvo a mi primer viaje. En el que teníamos reservado un hotel en la avenida Habib Bourguiba, en pleno centro de la capital tunecina. Es como si os dijera el Paseo de Gracia de Barcelona, para que os hagáis una idea. Gran avenida, centro neurálgico de la ciudad, llena de tiendas, cafés, hoteles. Los días laborables hay transeúntes desde muy temprano, gente que va a trabajar o a estudiar. Con el paso de las horas se llenan las cafeterías y los restaurantes, las tiendas. El domingo las tiendas están cerradas, pero las cafeterías están llenas de gente que se sienta a observar a otros que caminan en familia o entre amigos por la gran avenida. Es todo el día un ir y venir fantástico de personas que disminuye al caer la tarde. A eso de las 10 de la noche las calles están desiertas, encuentras a algún despistado como nosotras que el primer día salimos a cenar a esa hora y nos encontramos abierto tan solo un restaurante turco que muy amablemente nos sirvió un kebab.

A pesar de encontrar las calles desiertas por la noche. Caminar por el centro de Túnez no produce sensación de inseguridad. La gente es respetuosa y amable y nunca he tenido ningún problema. Digo nunca, porque aquél fue el primero de muchos viajes a Túnez.

Aquella semana la dedicamos a estudiar en clase por las mañanas y en las cafeterías por la tarde, pero también encontramos tiempo para ir al teatro y al hammam y por supuesto para recorrer la medina y tomar té y café árabe.

El fin de semana hicimos turismo acompañadas de un amigo canario y su amigo tunecino que se convirtió en un buen amigo mío, con el que he recorrido casi todo el país en posteriores viajes.

Aquella semana de marzo fue lluviosa y fría, cosa que  me cogió por sorpresa, ya que inocentemente pensé que en Túnez haría mejor tiempo que en Barcelona. La realidad es que el clima mediterráneo se parece bastante en todos los países que lo rodean. 

A pesar de la lluvia y el frío una puede pasearse libremente por Túnez. Recorrer sus calles principales y secundarias, comprar en los mercados donde compran los tunecinos. Comer y tomar café y por supuesto recorrer las callejuelas de la medina, repletas de tiendas, de olores y colores. Eso sí, teniendo en cuenta que cuando anochece la ciudad antigua queda a oscuras y has de ir con cuidado de no tropezar ni perderte para salir de ella.

La mezquita Zaitoun se encuentra en el corazón de la medina y puede visitarse a horas concretas, siempre que vistas "con recato", esto significa tanto para hombres como para mujeres que se lleven pantalones largos, y los hombros cubiertos. Para las mujeres además es necesario cubrirse el cabello. Esto es una norma en todas las mezquitas y si viajas a cualquier país musulmán y tienes un mínimo de interés en conocer sus tradiciones, no te cuesta nada llevar en el bolso un pañuelo para estas ocasiones. Pero si no es así, no te preocupes, porque generalmente disponen de unos trozos de tela que te prestan para cubrirte. Las entradas a las mezquitas suelen ser gratuitas, aunque en algunas, como la gran mezquita de Kairaouan se paga entrada y en otras puedes hacer un donativo voluntario al salir. 

En aquel primer viaje descubrí una ciudad que me resultó familiar. Había momentos que creía estar paseando por las calles de Barcelona. Además, después de muchos años de estudiar árabe y pensar que nunca me sería útil, descubrí que podía comunicarme con aquellas personas que tan amablemente suavizaban su dialecto para entenderse conmigo y me agradecían enormemente mi esfuerzo. Fue una semana de estudio y práctica intensiva de la lengua árabe y de inmersión en la cultura de un país antes desconocido y que vivía un momento de cambio muy importante.

Tuve poco tiempo para hacer turismo, pero suficiente para conocer, además de la medina, con su zoco, su mezquita, sus cafeterías y tiendas, algunos lugares cercanos a la capital, como el famoso pueblo blanco y azul Sidi Bou Said, las ruinas fenicias de Kerkouan, las aguas termales junto al mar en Kourbous, las grutas de Haouaria y el bonito pueblo pesquero de Bizerte.

Aquel fue el anzuelo que me atrapó en las redes de Túnez. Un viaje corto pero intenso que me abrió las puertas a un país que ahora siento como mi segunda casa y que pretendo compartir con vosotras y vosotros en este blog. Para que podáis como yo disfrutarlo y amarlo.